Un articulo de Guillermo Reano para FAUNAGUA y WWF durante el I Congreso Boliviano de Ictiología en Cochabamba y un taller en el río Ichilo. Un grupo de expertos de Brasil, Perú y Bolivia analizaron el rol que cumplen peces y pesquerías bolivianas y abordaron de manera conjunta el problema de la migración del dorado y el estado de conservación de los demás peces de Bolivia.
“Ya no hay dorados, se fueron, antes podíamos recoger en una sola noche entre 160 a 200 kilos de puro dorados, ahora es imposible”. Omar Ortuño se dedica a la pesca desde hace 24 años en Puerto Villarroel, un pequeño municipio a orillas del río Ichilo, un afluente menor de la cuenca del río Mamoré en la Amazonía boliviana.
Omar es uno de los pescadores de la zona tropical de Cochabamba que viajó hace unos días hasta la capital del departamento para participar en una de las mesas de trabajo del I Congreso Boliviano de Ictiología, el importante evento académico auspiciado por World Wildlife Fund-Bolivia e IDRC-Global Affairs (Canadá), que reunió a un grupo numeroso de estudiosos de los peces y pesquerías de Bolivia.
Su exposición sobre el colapso de la pesca del dorado (Brachyplatystoma rousseauxii), una especie muy apreciada por su carne por la población local y por su porte por los amantes de la pesca deportiva, fue muy comentada durante la jornada final del evento científico que se llevó a cabo entre el 26 y el 28 de octubre pasado.
“He venido, refirió entonces, para tratar de encontrar una respuesta a una pregunta que nos hacemos los pescadores de Villarroel: ¿por qué se fueron los dorados de nuestros ríos?”. Omar Ortuño comentó a los asistentes al evento que fue en el 2015 cuando pescó el último dorad0 de su vida: una hembra muy saludable de 18 kilos que le costó mucho esfuerzo subir a su embarcación.
Un corredor de largas distancias
De las especies de peces que capturan los pescadores del rio Ichilo –más de setenta según el relato de Ortuño- el dorado es sin duda la predilecta.
El dorado o dorado de cuero, como lo llaman en el oriente del departamento de Cochabamba, o plateado, como también se le conoce en Puerto Villarroel, es un pez siluriforme de la familia de los bagres presente en las cuencas del Amazonas y el Orinoco. Un predador oportunista cuyas adaptaciones le permiten nadar en ríos torrentosos y desplazarse a través de largas distancias como lo hacen pocos peces de agua dulce en el planeta.
Común en los principales ríos de la Amazonía boliviana su distribución detallada ha empezado a dejar de ser un enigma para la ciencia y los pescadores que lo buscan para comercializar su carne. Estudios recientes confirman que este migrador de largas trayectorias se desplaza a lo ancho de todo Sudamérica, desde el estuario del río Amazonas hasta las estribaciones andinas de Perú, Colombia y Bolivia, con el propósito de reproducirse.
En ese intento, el dorado, o Gilded catfish según los pescadores aficionados que arriban cada año a Puerto Villarroel, es capaz de recorrer, de ida y vuelta, más de siete mil doscientos kilómetros. Todo un récord por donde se le mire.
Sin duda se trata de un insólito maratonista que desova en el extremo occidental de la Amazonía, en el pie de los Andes, para que sus huevos, arrastrados por las corrientes río abajo y después de pasar por todos los estadios larvales, lleguen al estuario, justamente donde el agua dulce del Amazonas fluye hacia el océano Atlántico. En ese ecosistema tan valioso para la especie los dorados alcanzan el tamaño que les permite remontar de nuevo las aguas de este extraordinario río, o “río-mar” como lo llaman algunos, para continuar la cadena de la vida.
Bastante frecuente en los ríos que componen las cuencas del Mamoré, Iténez, Beni y Madre de Dios, tributarios todos del río Madera, los dorados dejaron un día cualquier de llegar al río Ichilo donde eran capturados por los pescadores locales y vendido a muy buen precio en los mercados de Cochabamba y Santa Cruz. “¿Queremos saber qué fue lo que ocurrió?, ¿queremos saber si es que esto que le ha pasado al dorado le va a suceder a los demás peces de nuestros ríos?, se preguntó don Omar Ortuño al final de su exposición en el cónclave cochabambino
Una navegación por el río Ichilo
Para dar respuesta a esta y otras interrogantes, el biólogo Paul Van Damme, Director Ejecutivo de la Asociación FAUNAGUA de Bolivia, convocó a un grupo de expertos de Brasil, Perú y Bolivia, para desarrollar con ellos un singular taller en el río Ichilo y abordar de manera conjunta el problema de la migración del dorado y el estado de conservación de los demás peces del oriente cochabambino. El apoyo de World Wildlife Fund-Bolivia, una institución comprometida con el medio ambiente boliviano, fue decisivo para el éxito de la iniciativa.
Bolivia es uno de los quince países con mayor biodiversidad del mundo. Sin embargo, su flora y fauna nativa, principalmente la amazónica, no han sido todavía estudiadas
adecuadamente. Debido a ello la información que se tiene sobre la distribución, biología y aprovechamiento de las especies de su ictiofauna resulta escasa o muy dispersa.
De allí que la comunidad científica boliviana, con el apoyo de algunas dependencias estatales y la cooperación internacional, haya centrado en la actualidad toda su atención en el estudio y conocimiento de sus recursos, activos naturales de mucha importancia para el desarrollo del país.
Para Van Damme y su equipo es un hecho que “la pesca comercial domina la vida de la Amazonía boliviana” y que cada vez son más las familias involucradas en una actividad económica que bien manejada podría generar seguridad alimentaria a la población de una de las regiones más pobres de Bolivia.
“En FAUNAGUA calculamos que deben ser casi dos mil los pescadores que se dedican a una actividad que produce en la Amazonía boliviana cerca de 5 mil toneladas de carne de pescado al año”, lo comentó en el congreso ictiológico.
Conocer el comportamiento de las especies que se pescan en el país para planificar sus capturas resulta por ello más que evidente.
Primeras indagaciones
En el segundo nivel de un catamarán surto en el modesto muelle de Puerto Villarroel que sirvió de obligado gabinete científico, Van Damme y Ortuño se tomaron el trabajo de preguntar a cada uno de los expertos convocados por las razones del súbito alejamiento del dorado del río Ichilo.
Mauro Ruffino, de la Fundação Vitória Amazônica, de Brasil, fue el primero en fijar posiciones. Para el estudioso brasileño, uno de los cinco que asistieron al cónclave, los esfuerzos de conservación que tanto su país como Perú y Bolivia han impulsado lograron proteger los paisajes de la región pero no los sistemas acuáticos de la cuenca, amenazados por las pesquerías no sostenibles, la construcción de grandes infraestructuras y los cambios climáticos que se producen a nivel local y global.

“Si no atendemos esas tres consideraciones, advirtió, no se lograrán éxitos en la gestión del territorio que compartimos”, advirtió.
Para Luis Fernando da Camara y Lisiane Hahn, de Neotropical Enviromental Consulting, las afectaciones en la ictiofauna de los ríos que forman parte de toda la cuenca, luego de la puesta en marcha de las represas de Santo Antônio, y Jirau, en el 2011 y 2012, respectivamente, empiezan a hacerse evidentes en la salud del ecosistema en general.
Y, posiblemente, sea ésta una de las causas del decaimiento de las pesquerías en el oriente del departamento que visitamos. No se sabe a ciencia cierta.
Como ha sido mencionado repetidas veces, las construcciones de estas infraestructuras interrumpen la conectividad longitudinal de los ríos, modificando los patrones hidrológicos y la sedimentación. Los estudios que se han venido realizando en Brasil, advirtieron los investigadores, están demostrando cambios en los patrones de migración de los grandes bagres y las capturas pesqueras.
Fenómenos que originan, indudablemente, conflictos entre los pescadores y ponen en riesgo la sostenibilidad del sistema pesquero en toda la cuenca.
“Nosotros lo estamos sintiendo, comentó Omar Ortuño, los pescadores de Puerto Villarroel estamos abandonando el oficio, nos estamos quedando sin trabajo”. En su localidad, lo comentó, no solo se observa un decaimiento en los stocks pesqueros, el nivel de las aguas del río principal y las lagunas ha descendido ostensiblemente complicando aún más la situación.
Mirar el todo para entender las partes
Guido Miranda, de Wildlife Conservation Society Bolivia, volvió a mencionar lo que ya había dicho en el congreso ictiológico: “Más allá de las comentadas afectaciones de las represas sobre los peces migratorios, todavía es posible encontrar larvas de dorado en los canales principales de los ríos Beni, Tuichi y Quiquibey, en el Parque Nacional Madidi”. Para el estudioso boliviano es urgente por ello abundar en las investigaciones que permitan terminar de entender las dinámicas migratorias de las especies que habitan los ríos del norte y del oriente amazónico.
Idéntico comentario realizó el biólogo Carlos Cañas, de Wildlife Conservation Society Perú, quien estudió la conducta de los dorados que transitan por el sector peruano del río Madre de Dios, “unos especialistas en desovar en los ríos de mayor turbulencia del piedemonte andino con el fin de que sus huevos se esparzan para aprovechar las corrientes fluviales”. Por ello, para ambos investigadores, resulta urgente construir una mirada transfronteriza del problema de la migración de dorados, pacús y otras especies comunes a los tres países. Finalmente no podemos olvidar que tanto el dorado como el pacú (Colossoma macropomum), han sido considerados como “vulnerables a la extinción” en el Libro Rojo de la fauna silvstre de vertebrados de Bolivia.
Un solo río, voces múltiples
Transfronterizar la tarea de gestionar una cuenca que ha venido siendo manejada de manera local, desintegrada, como si cada río pudiera entenderse sin el concurso de los demás pareciera ser el mensaje de los expertos reunidos en el río Ichilo.
“Se abre una oportunidad inédita, aligeró los debates Paul Van Damme, en el propósito de construir un modelo de gestión de una especie migratoria desde un enfoque participativo”.
Un modelo de gestión que pueda replicarse en otras cuencas de la gigantesca Amazonía y sea eficiente para el manejo de las demás especies ictiológicas. Para Alison Macnaughton, del departamento de Geografía de la Universidad de Victoria, Canadá, que junto con el biólogo argentino Claudio Baigún, conformaba el tándem no amazónico del taller, el tema de las pesquerías en los ríos amazónicos hace mucho tiempo que dejó de ser un problema ambiental o científico para convertirse en un asunto social.
Tanto el dorado del río Ichilo como los demás bagres migratorios que recorren los ríos bolivianos son los grandes indicadores biológicos de la salud de los ecosistemas que se encuentran entre los Andes orientales y la desembocadura del río Amazonas en el Atlántico.
De allí que los trastornos que puedan sufrir en sus rutas de migración, visibles en las capturas y el volumen de los stocks pesqueros, deberían preocupar a la comunidad en su conjunto y motivar a las autoridades de los gobiernos estaduales (o departamentales) y nacionales a tomar las medidas que sean necesarias; sobre todo en Bolivia, ahora que se ha aprobado una Ley de Pesca y Acuicultura Sustentables que pretende regular una actividad vital para el país.
Para los convocados al taller de expertos, la gestión apropiada de la migración de estos viajeros magallánicos y el manejo apropiado de las pesquerías que se han establecido en los ríos que drenan sus aguas en el portentoso Madera va a requerir un esfuerzo que debe involucrar a la comunidad científica, a las poblaciones del área y a los gobiernos de los tres naciones que comparten la cuenca en común: Brasil, Perú y Bolivia.
Los asistentes al singular evento científico convocado por asociación FAUNAGUA y los pescadores del río Ichilo representados por Omar Ortuño, terminaron las deliberaciones del taller seguros del primer paso a dar: construir una plataforma de trabajo científico cuya capacidad de influir en quienes tienen en sus manos las decisiones políticas permita convertir la riqueza que guardan los bosques y ríos amazónicos en el principal recurso para el desarrollo de su población.
Omar Ortuño y los hombres y mujeres que lo esperaban en el muelle de pescadores de Puerto Villarroel lo entendieron perfectamente. La pesca es para ellos un modo de vida y un bien común que quieren preservar para sus hijos. “La pesca, lo dijo al despedirnos, es tarea de todos”.